Relato Gay – El Guardia Civil

Los protagonistas de esta historia son dos varones jóvenes, muy atractivos físicamente, y que entre ellos previamente no se han visto nunca. Uno es Mauro, rubio, ojos azules, estudiante universitario y heterosexual. Siempre ha sido el más deseado de su promoción pero llevaba más de cinco años con una pareja estable. Llevaba, porque desde hace poco lo ha dejado con su novia.

El otro es Marcos, moreno, y guardia civil de nuevo ingreso. Lleva casi cumplido su primer año en una destinación lejana a su región de origen, por lo que no tiene amigos, y en su tiempo libre se dedica a estar en forma. Frecuenta locales de alterne con un superior cuando éste se lo propone, sin embargo visita en solitario clubs de ambiente de otra urbe, pues claramente prefiere el sexo con machos desde que estuvo manteniendo encuentros durante toda su adolescencia con su mejor amigo.

Marcos necesita conocer a alguien de su zona, pero su profesión no es la más indicada para no guardar discreción. En una de sus rondas de vigilancia de tráfico le llama la atención el conductor de un coche plateado, Mauro, que casi siempre transita por donde él está. Y dado que ese lugar es una rotonda apartada y en la que pocas veces pasa alguien, decide tomarse unas licencias, con planificación y cautela, y sabiendo que su superior siempre dará la cara por él y le encubrirá.

Mauro acostumbra a desplazarse por allí para ir hacia una zona rural en la que sale a correr. Empieza a acercarse el verano y ese día hace calor, por lo que va vestido con una camiseta corta y unos pantalones pequeños, ligeros pero no muy apretados para trotar cómodamente, sin ropa interior debajo. Cuando Marcos lo ve, le hace señales para que abandone la rotonda y estacione al lado de un terraplén, un sitio totalmente aislado. Con su uniforme ajustado, voz contundente y mirada siempre fija en Mauro, Marcos le saluda:

“Buenas tardes, caballero, tenemos serias sospechas y voy a tener que retenerle aquí un tiempo, en primer lugar voy a hacerle un test de alcohol y drogas, ¿no lleva mascarilla?”. Mauro se pone la mascarilla y contesta valiente:

“De acuerdo, pero hazlo rápido, no tengo todo el día. Mascarilla llevo aquí una de casualidad pero no tendría porque llevarla ya que salgo de casa y voy al campo”. Sus formas y gestos no habían sido lo más cordiales y eso a Marcos le hace tener que abroncarle, aunque por otro lado le encanta, el chico rubio ese no le podía gustar más.

“Primero, usted está ante la autoridad y ha de tener más respeto; segundo, ahora por ir de chulo nos la vamos a quitar, y no vuelva a cuestionarme”. Y los dos se quitan la mascarilla y se ven las caras completas por primera vez, permaneciendo varios segundos impasibles aguantándose la mirada.

Marcos en realidad está improvisando, quiere tener a Mauro el mayor tiempo posible con él. Le cuenta que hay una orden de busca y captura por narcotráfico a un automóvil como el suyo, Mauro responde con mejores formas que él sólo iba a hacer deporte, que sigue una rutina de ejercicio estricta, que tiene prisa y que no tiene nada que ver con esto. Marcos le dice que esto es grave y que va para largo, y que como se niegue a colaborar tendrá que arrestarle. Después de eso Mauro se asusta y ya no replica más. Marcos sigue ganando tiempo y requiere el DNI, el carnet de conducir, los papeles del coche, el seguro, la ITV, etc. Todo muy poco a poco, en ocasiones se desplaza a su coche a apuntar cosas y así ya conoce por ejemplo el domicilio de Mauro, registra el maletero, hace como que habla por teléfono, dejar pasar tiempo paseándose y observándole, y conversa con él. Pronto empezará a oscurecer y toca ir un paso más allá.

“Según instrucciones que recibo, no me queda más remedio que cachearle exhaustivamente. Venga conmigo”.

Mauro se coloca de pie de espaldas al coche de policía, y Marcos va a aprovechar para hacerle unos tocamientos que no podrá olvidar. Desde detrás, en primer lugar aprieta con fuerza sus hombros y hace lo propio con sus brazos. A continuación empieza a acariciar su espalda, de arriba abajo ligeramente por los dos costados, para volver de abajo a arriba por la zona central. Más tarde agarra sus pectorales y los masajea en forma circular, se tira un buen rato y Mauro empieza a notar que eso un cacheo muy normal no parece y empieza a sentir placer. Después se tira otro buen rato pasando sus manos por los abdominales y repitiendo por el costado y pecho. Es cuando empieza a palparle las nalgas, abriéndolas, apretándolas y pasando la mano por la raja, cuando Mauro ya no puede evitar que se le empiece a poner el pene duro. Y es entonces cuando Marcos empieza a tocarle intermitentemente el paquete mientras lo alterna con las piernas, a través del pantalón y mientras Mauro se va empalmando, llegando por último a meter la mano por debajo del ‘short’ e incluso agarrar la base del nabo.

“Ha tenido usted una erección y así no puedo asegurarme del todo, va a tener que quitarse los pantalones, y ya que estamos pues también la camiseta”.

Mauro se queda únicamente con las zapatillas puestas y Marcos tira disimuladamente su ropa al interior del coche patrulla. Le hace abrir las piernas y ya no procede proseguir con los magreos, pero sí que divisa bien toda la entrepierna del muchacho unos segundos y examina su ano, que tiene toda la pinta de no haber sido penetrado jamás. Una joya de chaval, piensa.

“Puede usted volver a su vehículo”, a lo que Mauro pregunta por el paradero de su ropa. “Desconozco donde está su ropa”, miente Marcos, y añade, “disculpe las molestias ocasionadas en el cacheo, tiene usted una bonita polla”.

Mauro retorna resignado y desconcertado y se mete en el coche, ya en el asiento y sin nada de ropa su rabo deja de estar erecto en pocos minutos. Se siente humillado y ya no va a aguantar mucho tiempo sin volver a quejarse, por mucho que el guardia haya amenazado con detenerle. Marcos, al rato, vuelve a acercarse manteniendo el mismo semblante neutro que ha tenido todo el tiempo. Ahora sí que está oscureciendo pero no tiene intención de dejarle marchar, si bien no sabe cómo seguir actuando, tampoco quiere forzarle a nada porque eso sí que es un abuso más grave. Tras diez minutos de silencio, uno desnudo dentro del coche, y el otro merodeando pero sin dejar de mirarse entre ellos, Mauro toma la palabra:

“Perdona, no puedo más. ¿Me puedes explicar qué más tengo que hacer? ¿Sabes qué es lo que pienso? Que eres un bujarra. Y que estás esperando a que acabe tu turno de trabajo yo que sé para qué”. Mauro se temía lo peor tras soltar eso, pero enseguida Marcos dio con la salida que estaba buscando.

“Algo de eso hay. Voy a dejar que se vaya, pero me va a proporcionar su número de teléfono y esta noche tendrá noticias mías”. Mauro le da el número y Marcos le llama para comprobar que es correcto. Cuando el estudiante se va sin volver a reclamar siquiera su vestuario, Marcos aprovecha sus últimas horas de turno para redactar un texto que le enviará más tarde por WhatsApp, desde su móvil personal.

En él le cuenta quién es y le pide perdón reiteradamente. Le dice que le ha parado adrede en un control rutinario porque se ha sentido encandilado por su apariencia física, y que además le ha causado muy buena impresión su personalidad. Expresa que es nuevo en la zona y que no conoce a nadie, y que le gustaría que fueran amigos e hicieran cosas juntos, como deporte o ir de cañas. También le confiesa que es gay y que desearía que también fueran follamigos, pero que eso no estaba en su mano y que él elegiría. Mauro lo lee antes de dormir y no le responde, le da mil vueltas en la cama, recuerda lo cachondo que se ha puesto y decide atreverse a tener un encuentro con él, por primera vez con un hombre. Le ha entrado un morbo tremendo pese a que nunca había sentido antes un sentimiento homosexual. A la mañana siguiente contesta que queden un día a solas y que va a probar si le gusta, ya que se ha quedado con la duda. Marcos le invita a su casa esa misma tarde y le promete que le va a encantar.

Mauro acude con un atuendo similar al día anterior, y Marcos le recibe precisamente con la ropa que había sustraído a Mauro y que le sentaba fenomenal, mejor que a él. Enseguida se excita al ver al madero buenorro con su ropa de hacer deporte. Desde que acuerdan en un abrir y cerrar de ojos pasar a la acción, ambos maromos no intercambiarán palabra alguna. Tras contemplarse unos instantes, Marcos coge a Mauro por el cuello y le da un beso en la mejilla de bienvenida. Este responde sujetando a Marcos por la cintura y dándole un beso en el cuello para, a continuación, quitarle la camiseta, que en realidad es suya. Marcos sonríe y entonces despoja también a Mauro de la que lleva puesta, para después arrimarse a él y agarrarle fuertemente el culo mientras friccionan sus penes. Mauro lo aparta, y mientras coge con una mano la mano de Marcos, y con la otra le manosea su falo, le da un pico breve pero intenso. Es entonces cuando pasan a morrearse agresiva y continuamente durante varios minutos, al mismo tiempo que se meten mano por encima y por debajo de los pantalones. Cuando por el toqueteo, el pantalón de Marcos cae el suelo, dejan de liarse, el guardia desprende a Mauro también de sus prendas inferiores y los dos quedan como dios los trajo al mundo y con sendas y tremendas erecciones.

Marcos se arrodilla y se introduce el rabo de Mauro hasta la garganta, se lo chupa insistentemente unos segundos mientras va mirándole de reojo. Cuando ya lo tiene bien lleno de saliva, se detiene y se tumba boca abajo en el mismo suelo del recibidor, mostrando el ano a Mauro y sin tener que explicar lo que tiene que pasar inmediatamente. Mauro toma el testigo y se tumba encima de Marcos, introduce sin problema su inmensa verga por el dilatado orificio y ya no hay quién le distraiga, lo penetra contundentemente y a buen ritmo hasta que la lefa hace acto de presencia y los únicos sonidos que se estaban oyendo en el piso, los gemidos, cesan. Marcos no ha tenido bastante, ahora toca probar el coito recíproco.

Tras limpiar con una felación el miembro de Mauro probando de paso su semen, y que el estudiante cate por primera vez el pene del ‘poli’ reactivando su excitación que estaba latente, el guardia civil saca toda la energía que lleva dentro y coge en brazos a Mauro, llevándolo a su cama. Allí lo tira, mirando hacia abajo y lo arrastra hacia el borde para colocar el culo de Mauro lo más en pompa posible. Tras unos segundos lamiéndole el ano para favorecer su ensanchamiento, intenta sin éxito una primera penetración. Demasiado poco acostumbrado, pero nada que no arregle el lubricante. Una vez acicaladas todas las zonas calientes, Marcos empieza poco a poco a introducir su falo cada vez más, hasta conseguir una entrada notable. Y para terminar, se lo folla con cuidado la mayor parte del tiempo pero también con momentos de intensidad y los consiguientes alaridos de Mauro, que finalmente llega al éxtasis junto con su compañero para después acabar fundidos varias horas encima de ese colchón en un abrazo de lo más viril y complaciente.

La experiencia no podría haber ido mejor, Marcos y Mauro compenetran al 100% y se han descubierto el uno al otro como su complemento perfecto. No sólo serán amantes, a las pocas semanas se irán a vivir juntos y alternarán sus obligaciones diarias y su práctica deportiva con una rutina sexual salvaje.

Un nuevo mundo siempre está al alcance de quien desee explorarlo a tiempo.

Relato escrito por: Anonimo

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